Inicio > El control emocional o de las reacciones emocionales

Por José Litvak

Los seres humanos somos de carne, hueso y “alma” y las emociones no se pueden dominar. Por eso, el objetivo es el inverso: hay que lograr “que las emociones no nos dominen a nosotros”, a no manejarnos por esas pulsiones.

Y esto sí puede conseguirse con tiempo y reflexión, o con buena terapia.

“El que piensa que se muere, se muere”.

Una de las claves para incorporarlo es pensar a largo plazo. Esta óptica implica que los resultados cotidianos no alteren la estrategia o el estilo de juego. Salvo, claro está, que se revelen auténticamente erróneos.

Lo más importante a nivel psicológico es tener o poder generar la capacidad y posibilidad de abstracción para disfrutar de una jornada recreativa o las de supervivencia para ser un jugador profesional, aún ante situaciones adversas.

Al igual que en otros deportes, donde se observa que alguien con potencial pierde porque “no le funciona la cabeza”, muchos aspirantes a las “grandes ligas” no llegan porque no logran tener pleno control de sus emociones o, mejor dicho, de lo que denominamos CRE (Control de la Reacción Emocional).

El CRE es la suficiente inteligencia emocional para poder regular y controlar la reacción de las emociones y sus efectos dañinos.

La emoción de la ira o el enojo pueden sentirse ante una circunstancia desafortunada y, de hecho, se van a seguir sintiendo, lo que podemos moderar es la explosión emotiva en modo inadecuado y sus consecuencias.

Templar o, eventualmente, modificar la reacción, llevaría también a una modificación de los estados anímicos y de los efectos provocados por esos sentimientos.

El autocontrol constituye la habilidad de moderar la propia respuesta emocional a una situación, sea esa reacción negativa o positiva.

No podemos elegir nuestras emociones. No podemos simplemente desconectarnos o evitarlas. Pero está en nuestro poder conducir y controlar las reacciones y completar o sustituir el programa de conducta congénito primario; por ejemplo, el deseo o la lucha, por formas de comportamiento aprendidas y civilizadas, como la conquista, para atraer lo que deseamos, o la crítica, la discusión, el humor o la ironía en lugar del enfrentamiento.

Lo que hagamos con nuestras emociones, cómo manejarlas, depende de nuestro nivel de Inteligencia emocional y del auto conocimiento que tengamos.

Luchar contra el hábito humano de crear patrones de pensamiento y de conducta, tiene que ver también con el Control de la Reacción Emocional.

Cuando creemos que vamos a seguir perdiendo dinero al día siguiente, y no nos quitamos la idea de la cabeza, además de no ser demasiado felices, no estaremos pensando en lo que debe pensar un jugador (los rivales, las equities, los rangos, etc.) sino en lo desafortunados o incompetentes que somos.

No hay alternativas, como se dice habitualmente, el que “piensa que se muere, se muere”.

Manejar los altibajos

El poker es un juego de altibajos.

Si pensamos en un plazo más o menos largo, por ejemplo, un año, una persona puede obtener excelentes resultados, y a renglón seguido, a causa de una pésima actitud o de una muy mala partida, parecer malísimo. Y, en un plazo corto, por ejemplo, dentro de una misma sesión, puede tener una línea de desarrollo estratégico pareja, con buenos resultados y de pronto enfrentarse a un cambio, quizás inexplicable, y a la derrota.

Estos instantes, estos períodos acumulados, conformarán una carrera, pero constituyen fragmentos de ella que deben gestionarse equilibradamente.

La marcha debe ser suficientemente rápida y agresiva como para ganar, pero no tanto como para “chocar” o agotarnos en la carrera.

El poker es un proceso metódico. La verdad no se juega en una sola ronda, en una partida ni en un torneo.

Según Charles Lamb, “el Poker es una guerra vestida de deporte”.

Una de las consecuencias prácticas habituales es la desazón provocada ante una mala “liga” y la consiguiente comprobación de la disminución del stack y, por extensión, la del bankroll.

“El punto clave en el Poker es nunca perder la cabeza. Si la pierdes, seguro que perderás todas tus fichas” (William J. Florence – Hand-Book on Poker – New York – 1891).

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