Inicio > ¿Cuándo y cuánto apostar? Esa es la cuestión

Por Jose Litvak

Aunque el lector no lo crea, el primer condicionante de esta cuestión medular tiene origen en las más importantes disquisiciones epistemológicas del siglo pasado (a nosotros, que se nos ocurrió este desvarío, también nos costaría aceptarlo).

Georg Wilhelm Friedrich Hegel, uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos, representante cumbre del movimiento decimonónico alemán del idealismo, entre tantas otras genialidades, introdujo un sistema para entender la filosofía y el mundo mismo, denominado “dialéctica”, según el cual: “existe una necesaria progresión, en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior”.

Esta elucubración nomológica dio lugar a la concepción de uno de los condicionamientos estratégicos fundamentales del Poker:

1) tener en cuenta que este juego es por etapas, 2) que las oportunidades para apostar son cuatro y sucesivas, y 3) que la jugada de una fase condiciona, necesaria e indisolublemente, las que haremos en las siguientes o las que imaginamos que concebiremos.

Con otras palabras: las acciones de las etapas posteriores están forzosamente influidas por las que emprendamos en las primeras. La interrelación es inevitable.

La segunda cuestión se relaciona con el valor en juego. No tiene demasiada lógica que, por un pozo de 10 fichas, ofrezcamos una apuesta de 800. Las pot odds se disparan de tal manera que a nadie le compensará el riesgo de pagarla y, si teníamos un buen juego, perderemos el “cliente”. Por el contrario, si hacemos un bluff desproporcionado, echaremos seguro; pero, si alguien tiene mejor juego y paga, lo desproporcionado será el quebranto.

La apuesta es el dispositivo fundamental que dirige las acciones, correcta o incorrectamente, hacia el objetivo final. Es la médula de la táctica, el enigma esencial, el talento fundamental para lograr la gloria, el busilis de la estrategia y, durante siglos, el interrogante básico que domina e integra toda la literatura.

Tanto es así que, hace mucho tiempo, Hamlet se lo planteó dramáticamente cuando, viendo su mano, se preguntó: “to bet or not to bet, that is the question”. Shakespeare, que de Poker sabía mucho, puso en boca del príncipe de Dinamarca el dilema fundamental del juego: “apostar o no apostar y, en su caso, cuánto”.

 Y el monto debe ser el preciso para conseguir el efecto buscado y no comprometer las acciones futuras: ni mayor ni menor. Lo justo.

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