Inicio > Los modos de comportamiento «extra juego»

Por José el Profe Litvak Flag of Argentina

La personalidad de un sujeto, define su conducta y actitudes cotidianas en la vida, en el juego, y, especialmente, en el poker. No olvidemos que éste, es un correlato lúdico casi perfecto de aquella. Poder captarla, entonces, constituye una ayuda invalorable para poner en contexto sus acciones y, por ende, para hacer la mejor lectura de las manos con las que reacciona, y de la manera en que lo hace.

En los tiempos que corren, hay innumerables métodos y formas de abordaje para reconocer y describir la personalidad de un sujeto. De hecho, cualquiera que haya pretendido conseguir un empleo, ha experimentado baterías de pruebas psicotécnicas pre ocupa­cionales que, en muy poco tiempo, logran un buen acercamiento a ese cometido.

Sin embargo, en todas las oportunidades en que le pedí a un rival que se someta a un test psicológico antes de sentarse a jugar, no se mostró muy dispuesto (y hasta me miró con cara rara), lo que de­nota una inexplicable e inaceptable falta de colaboración (es más, creo que es una táctica para escondernos información). Pero, a no desesperar, hay muchas otras herramientas para lograr­lo, como apelar a determinados signos externos y a la mayor o menor habilidad que podamos tener para interpretarlos.

En este caso, nos manejamos con indicios. Pero, que quede claro, este es un acercamiento global y genérico para trazar el perfil de un rival, luego habrá que afinar la percepción respecto de sus acti­tudes y reacciones ante situaciones específicas. Van algunas de las pistas:

La fisonomía

¿Usted cree que el rostro es un espejo de la personalidad? Al ver a una persona, quién no pensó alguna vez: “¡ese tipo tiene cara de…!” Entonces, pregunto: ¿la facha nos delata?, ¿eso es así, inexorablemente?

Otras: ¿Por qué los prototipos actorales tienen que cumplir con el denominado physique du role?, algo así como el aspecto externo apropiado para un personaje (lo que ahora también se conoce como el look) o ¿por qué, aunque no escuchemos una sola palabra, sabemos quiénes son “el bueno y el malo de la película”?

Durante siglos, se ha tratado de desentrañar si existe o no esa correlación entre el rostro y la personalidad. César Lombroso, fue un destacado médico del siglo XIX dedicado al estudio de las enfermedades mentales y su abordaje de las pa­tologías humanas, tuvo una evidente y fuerte influencia darwiniana. En 1871, un acontecimiento provocó un cambio radical en su vida y, de hecho, en el de la historia de la ciencia. Ocurrió cuando observaba el cráneo de un delincuente famoso y advirtió una serie de anomalías, que le hicieron pensar que ciertas deformidades, parecidas a las de algunas especies animales, eran prototípicas de los delincuentes. Luego de muchísimas comparaciones, fruto de más de cuatrocien­tas autopsias y miles de análisis de reos vivos (con vida, no piolas), llegó a la conclusión de que, el criminal, no es un hombre común si no que, por sus características y rasgos morfológicos y psíquicos, constituye un tipo especial.

Lombroso llego a otra conclusión más arriesgada aún: el delin­cuente sería el “eslabón perdido”, un ser que no llegó a evolucionar adecuadamente, y que se quedó en una etapa intermedia entre el mono y el hombre (nada más parecido a un poketero típico). Como no podía ser de otro modo, sus postulados recibieron mu­chas críticas, sobre todo por la precariedad del método científico utilizado. No obstante, son incontables los deformes que fueron condenados o “están mirando crecer los rabanitos desde debajo de la tierra”, sólo por poseer un semblante típico al de un facineroso.

En conclusión, cada uno podrá darle mayor, menor, o ningu­na trascendencia a estos indicadores pero, aunque no sea muy académico, el saber popular dice que: “la cara es el reflejo del alma”. Hoy no puede sostenerse como una verdad científica que las fac­ciones del rostro develen la personalidad pero, créase o no, dan indicios.

La psicofisiognomia, por ejemplo, es una técnica que estudia a los individuos, su personalidad y su comportamiento, a partir de las huellas, tamaños, formas y longitudes de los ojos, boca, nariz, men­tón, orejas y otras áreas y asegura que, con esa información, puede predecirse cuando es más racional o más emocional, su instinto, sus fortalezas y sus vulnerabilidades. Según esta disciplina, mirando la cara de una persona se encuen­tra su tendencia a actuar más conectado con sus sentimientos, sus necesidades, o a sus ideas y pensamientos.

Los que lo creen, dicen que es una técnica útil tanto para el auto­conocimiento, como para abordar a los demás. Mucha gente dice que nunca se llega a conocer a las personas, por más tiempo que pase. Otros, por el contrario, afirman que cuando se lo consigue, se descubre que son tal y como se muestran. En este aspecto, los engaños son siempre autoengaños, nadie miente con su fisonomía. Las personas se aferran a su versión aceptable de la realidad, y es irrefutable que nadie puede ocultar nada por mucho tiempo.

De una manera u otra, las personas revelan continuamente su mundo interior y sus intenciones. Aunque, para que alguien deje de auto engañarse, normalmente, debe pasar tiempo. Moraleja: si en la mesa entra un tipo feo, petiso y orejudo, leván­tese. O le gana o lo mata.

Las compañías

“Dime con quién andas y te diré quién eres”. Es un lema que responde a la idea común de la influencia que lo social ejerce sobre los individuos y, si bien es cierto que aquellos con quienes elegimos rodearnos suelen tener algo en común con nosotros, eso no significa que seamos idénticos a ellos.

No obstante, en el mundo del poker presencial, cada dato cuenta a la hora de realizar lecturas. Un buen jugador, tomará la precaución de esconder sus emociones, pero difícilmente oculte sus amistades dentro y fuera de la mesa. Allí, es donde podemos indagar algo más sobre el tipo en cuestión. ¿Está rodeado de fishes o de tiburones? ¿Después de dilapidar las fichas, se fue con la señorita del escote a la que aconsejó en diferentes rondas? ¿Fuma y toma en exceso, como lo hace todo su entorno? ¿Reacciona violentamente ante situaciones incómo­das, tal como lo hacen sus amigos?

La vestimenta

También podríamos decir “dime como te vistes y te diré quién eres” o, quizás más acertadamente, “dime como te vistes y te diré quién quieres ser”. La vestimenta marca estatus social, económico, valores, y una idea de personalidad que deseamos proyectar. La moda es un lengua­je que expresa consciente o inconscientemente, lo que queremos decirle al mundo.

Un traje y una corbata dicen “soy un hombre serio” (o aspiro a ello), un sombrero texano transmite “soy como Brunson o quiero serlo”, y la informalidad puede ser una muestra de independencia, dejadez o desprolijidad. Finalmente, si va desnudo, significa que dejó todas sus fichas y algo más.

Todo ayuda a delinear perfiles. Nada es categórico, pero ayuda. Lo importante es confiar en nuestro instinto: evaluar por qué el otro eligió esa remera, ese sombrero, o esos lentes. ¿Qué nos pretende decir? ¿A quién intenta parecerse? Y lo más importante, si genuinamente es lo que proyecta.

La postura

“Dime cómo te sientas y te diré quién eres”. Sí, las posturas también denotan la personalidad.

Un cambio inconsciente en la posición en la que un jugador se en­cuentra sentado brinda información (por ejemplo, algunos dicen que una buena mano provoca una propensión a inclinarse hacia adelante). En cambio, ante una situación no comprometida, la posición suele ser menos tensionada (como, por ejemplo, los hom­bros caídos).

Si ponemos atención a, por ejemplo, cómo se sientan, también ob­tendremos más datos y, por qué no, podremos imitar algunos de ellos para desorientar a un rival difícil. La psicología brinda algunos ejemplos. Veamos:

El perfeccionista: Si no se sienta recto, tendrá una buena postura, sus movimientos son firmes y evita el contacto humano.
El seguro de sí mismo: Al igual que el anterior, estará erguido, pero sus gestos serán más cercanos a poses y su respiración más corta.
El reservado: Se sentará encorvado, no mostrará mucho las manos y será silencioso.
El servicial: Es muy expresivo con su mirada, tocará tanto a la mesa como sus compañeros sin ninguna reserva.
El controlador: Lanzará miradas intensas y sus movimientos serán medidos.

¿Y cómo aplicamos esto al juego? Por ejemplo, muy probablemente, un perfeccionista no se lanzará a proponer jugadas arriesgadas, tanto como lo hará alguien seguro de sí mismo. Alguien con una personalidad servicial puede implicar que al sujeto le gusta enseñar. Alguien que dicta cursos en la mesa, generalmente es un fish; y alguien que ostente un perfil controlador, intentará dominar al resto, algo que no podemos permitir.

Por otro lado, podemos simular una personalidad agresiva detrás de una máscara de hombre reservado, encorvando nuestros hombros y escondiendo nuestras manos. Si lo logramos, se sorprenderán cuando saquemos las garras en el momento justo.

La nacionalidad

Es difícil generalizar sobre los jugadores de Estados Unidos, ya que son demasiados y hay una gran diversidad cultural. Para muchos, los torneos realizados allí suelen ser los más difíciles. Practican poker hace décadas y el juego está muy desarrollado.

Los ingleses suelen ser más conservadores y poseen una aproxi­mación lógica al juego. Los europeos del sur tienden a ser más sueltos que los del norte. Los asiáticos son muy impredecibles. Los chinos confían mucho en el azar y el número 8 de la suerte. Muchos jugadores coreanos poseen un estilo de juego híper loose-agresivo, que bordea el maníaco.

Los latinos muestran más soltura y agresividad. Los brasileños, son típicamente desconfiados y pagan más veces de las aconsejables, y los argentinos, por lo menos buena parte de ellos, muestran su “viveza” proponiendo jugadas heterodoxas, o esperando hacer contragolpes sorpresivos.

En suma, no son parámetros ni por lejos definitorios, pero, como lo dije varias veces, todo ayuda.

Los estados emocionales

Si un adversario luce cansado, estresado, en tilt, o de mal humor, puede que no esté tomando las mejores decisiones, contrariamente a quien está calmo y concentrado.

Las conductas también dan pautas de la personalidad. Es ilustrati­vo si se ofusca rápido o a menudo, si se mantiene tranquilo o auto contenido, si es callado o locuaz y expansivo. Si parece audaz o medido, etc. Y tratarán de engañarnos, aunque no siempre es fácil, porque, como dice el refrán, “el zorro pierde el pelo, pero no las mañas”.

El género

Todos somos varones o mujeres condicionados por la genética y por los mandatos sociales y culturales, y esto se manifiesta en diferencias que se advierten en los distintos aspectos de la vida; por ejemplo, al momento de jugar. De esto nos hemos ocupado extensamente en nuestro libro “La Mente, la Psicología y el Cuerpo en los deportes mentales” y sería muy extenso repetirlo en esta oportunidad, por lo que remitimos al lector interesado a ese material.

La edad

En general, las personas mayores tienden a tener un juego más pa­sivo, conservador y predecible. Los jóvenes, y más los que juegan regularmente online, suelen ser más sueltos y agresivos.

En los últimos años, el avance tecnológico cambió sensiblemente nuestras vidas y el poker no es ajeno a esto. Influenciado por el acceso a Internet, la difusión masiva de los me­dios de comunicación y el auge de las salas online, nuestro deporte se ha masificado. En particular, esta experiencia se manifestó con muchos jóvenes, y originó una mixtura entre los “veteranos del paño”, y los muchachos criados frente a una computadora, que impactó en la dinámica de la práctica del juego.

El prototipo del jugador actual, es el de los jóvenes (de entre 15 y 25 años), muchos de ellos con una dedicación responsable, permanen­te y con ambiciones de hacer del poker su medio de vida. Por ende, como esa edad está comprendida aún en la adoles­cencia, con todo lo que ello conlleva, parece importante analizar cómo influye en ellos esta nueva realidad, y cómo su corta expe­riencia puede contribuir o predisponer su carrera.

El interés y la pasión, son atributos que sobran en la juventud. La audacia también, pero, a veces, está exacerbada, y la paciencia y las destrezas suelen manifestarse con la edad. La juventud tiene cuotas de aventura y desorientación. Esto puede ser excitante a la hora de entrar al vibrante mundo del poker, pero suele ser peligroso para los ahorros. En un momento de búsqueda profesional, los jóvenes son más proclives a tomar decisiones prematuras. Nos referimos no sólo a la posibilidad de hacer all-ins temerarios, sino a abandonar todo en pos del juego.

Para quien sólo conoce las salas online, entrar por primera vez en una presencial puede ser tan atractivo como abrumador. Si se logra sortear el periodo de adaptación (aprender que somos observados y debemos observar al oponente), aquel pasatiempo puede transformarse en una opción realista de futuro. Lógicamente, esto también puede suceder sin poner jamás una ficha sobre un paño. A esa edad, los recursos y los compromisos económicos son menores. No hay esposas ni hipotecas (que se parecen). Hay poco para perder y mucho para ganar, y, en el imaginario, “nos espera una vida de lujo y diversión, al mejor estilo de Las Vegas”. 

Lamento informar al (¿joven?) lector que la realidad es otra, por lo menos para la gran mayoría. La corta edad, ayuda también a estar más despabilados. Un estu­dio reciente de la Universidad de Virginia, reveló que después de los 25 años el rendimiento cognitivo comienza a decrecer, aunque la memoria y la capacidad para resolver problemas mejoran hasta los 20 años y luego permanecen sin cambios.

Pero todas estas ventajas pueden echarse por tierra si la impulsivi­dad, propia de ese momento vital, toma el control. El juego es el mismo, los que cambiamos y crecemos somos no­sotros. Según Winnicot el acto de jugar es universal y se da durante toda la vida, pero se va transformando.

La generación informática

El entrenamiento en la web no es la única característica que dis­tingue a los más jóvenes. Muchos de ellos, profundizaron sobre el aspecto estadístico del juego y su potencial a la hora de maximizar sus ganancias. Por supuesto, las horas frente a la computadora tienen gran responsabilidad. Gracias a la rápida experiencia y al poco (o nulo) contacto humano, los “sub 25” han perfeccionado un nuevo estilo de juego, más orientado a las estadísticas y las odds.

Phil Hellmuth fue uno de los primeros profesionales en notarlo. Du­rante una entrevista, opinó sobre la invasión de jóvenes, que en los últimos tiempos abundan en los campeonatos en vivo: “La razón por la que yo gané 11 brazaletes es por mi habilidad de leer a los oponentes. Lo nuevos chicos están enfocados en la matemática y lo están cambiando todo.”

El periodista especializado Dan Kadlec  escribió: “Las nuevas generaciones, parecen ignorar las cartas que tienen en sus manos, y basan sus apuestas en patrones, que descubrieron jugando in­contables partidas online. No tomó mucho tiempo hasta que los mejores jugadores de la web aprendieran a usar esa información para jugar en vivo, y llegaron incluso a tratar a los más prestigiosos torneos como si fueran otra mesa online. Allí fue cuando el mundo del poker fue sacudido”.

Esta “insolencia” juvenil, no es más que un golpe de timón a la forma en que se han jugado los torneos hasta ahora. La influencia de la varianza, las tablas de odds, y el EV (valor esperado) no son términos nuevos, los profesionales han estudiado estos factores mucho antes del auge de internet. Pero hasta los últimos años, simplemente se trataba de una materia más de la “Universidad del Poker”, jamás había tenido tanto protagonismo como lo tiene ahora; impulsado, precisamente, por los jóvenes.

Este estilo de juego, que corre el foco de la lectura del oponente, y lo pone sobre las estadísticas, es simplemente eso: un estilo de juego que pone el acento en otro lado.


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