Inicio > Por qué no deberías comprometerte (con el pozo)

Por José Litvak y Ernesto Panno

Estar comprometido con el pozo implica un condicionamiento negativo para decidir las jugadas en función de parámetros que no son los más adecuados o recomendables.

Se experimenta cuando se ha invertido tanto en relación a su valor total que nos vemos motivados a pagar una apuesta ofrecida aunque no tengamos certeza de ganar o, peor aún, pese a percibir una sensación de dominación.

Es el condicionamiento a seguir pagando, estimulados por el monto en disputa y el valor de lo ya invertido y no por la fuerza de nuestro juego.

Una de las explicaciones habituales para justificar las derrotas es, precisamente: “Y… ya había puesto tanto que tenía que defenderlo”. Este es el típico concepto de los denominados “costos hundidos”, y es objeto de estudio en Administración Financiera y en la Teoría de las Decisiones, entre otras materias de las Ciencias Económicas.

Los también llamados “costos no recuperables” son como la leche derramada, “desembolsos pasados e irreversibles” y, a menudo, los directivos de las empresas ven influidas sus decisiones por ellos. Y los jugadores de Poker, también.

Uno de los casos paradigmáticos fue el de la empresa Lockheed que, en 1971, solicitó un aval al gobierno federal de los EE.UU. para obtener un préstamo destinado a continuar el desarrollo del avión Tristar.

Lockheed y sus partidarios sostenían que sería ridículo abandonar un proyecto en el que habían gastado cerca de U$S 1.000 millones. Claro que este argumento era pobre, pues esa inversión sería irrecuperable si el producto final no lo garantizaba. La cuestión a meritar era si el resultado final justificaba la nueva inversión. Los 1.000 millones ya se habían ido, y a decisión de continuar debía depender de la rentabilidad incremental del aporte y no de lo ya gastado.

Le dieron el préstamo, se aplicaron los fondos para culminar el proyecto y la empresa se fundió.

Como los directores de la Lockheed, muchos jugadores que pagaron en las primeras etapas, buscando lograr un juego o con cartas con las cuales no estaban tan seguros de ganar, aceptan una apuesta adicional en el river, pese a tener pocas chances, porque ya han invertido demasiado, “y el pozo lo vale”.

Esta acción tendría sentido si la probabilidad de ganar es mayor que la apuesta incremental en relación al monto del pozo (pot odds). No debe influir en la decisión de aceptar una apuesta cuánto ya se ha pagado.

“Un jugador de cartas debería aprender que, una vez que el dinero está en el pozo, ya no es suyo” (Herbert O. Yardley).

Lamentablemente, este “compromiso” ocurre con frecuencia, y es una situación nociva que puede llevar a la pérdida del stack y, por ende, hay que tratar de evitarla por todos los medios posibles.

Algunas acciones para lograrlo

  1. Saber de qué se trata.
  2. Tener claro cuándo y por qué se produce y…
  3. Analizar de qué manera podemos evitarlo.

Roy Rounder explica que esta situación se da usualmente por tres motivos…

  1. Carencia de anticipación.
  2. Apego emocional a las cartas.
  3. Jugar una mala mano desde el comienzo.

La primera razón es la más importante. Siempre debes anticipar lo que va a suceder, después que hagas un call, una apuesta o un raise, y repasar mentalmente los posibles escenarios.

La segunda equivale a estar tildado. Tiene que ver con la falta de paciencia o con emociones irracionales respecto a un rival.

La tercera es, simplemente, falta de disciplina.

Estar pot commited es estar sentenciado. La mayoría de las veces perderemos y, además, demuestra que ya hemos puesto más fichas de las que debíamos.

Para no caer en esa situación, no conviene apostar desmesuradamente con manos especulativas. Las apuestas de valor hay que dejarlas para las ocasiones en que las matemáticas favorecen claramente.

Como dijo Empédocles: “Sic ludere vult esse ebrius” (“Habría que estar borracho para apostar de esa manera”).

Por ejemplo, si tenemos Q J (una buena combinación preflop), dependiendo de la posición, no parece recomendable hacer más que un call y ver el flop.

Si apostamos fuerte preflop, porque imaginamos que veremos tres corazones sobre la mesa, la escalera hecha o un draw de ambas, si nos pagan, habrá que rogar a la “Diosa Fortuna” para que se concrete algún juego porque, de lo contrario, ya estamos en la primera etapa de nuestro compromiso.

Si el flop muestra cartas mayores, A o K, una J o un solo proyecto, la desmesura de nuestra primera apuesta puede inducirnos a pagar o a seguir apostando montos desproporcionados, hasta llegar al showdown, sólo “porque el valor del pozo lo merece”.

No lo recomendamos.

La concentración y la disciplina son tan importantes como tener en cuenta las matemáticas y los restantes “condimentos” que hacen a una buena estrategia. Y lo que precisamos es eso: buenas estrategias de juego.

Cada uno tendrá su receta: así como algunos chefs hacen el flan con seis huevos y Doña Petrona con doce, y ambos son muy ricos, en el poker también hay infinidad de opiniones y de fórmulas.

Por lo ilustrativa, incluimos una sugerida por Miller, Metha and Flynn:

“No pongas un tercio de tu stack (o más) y luego foldees, a menos que estés haciendo un bluff o cuando pensaste que tenías la mejor mano, pero nueva información te ha convencido de lo contrario” (conf. “No-Limit Hold’em”).

El bluff es una excepción a la regla. Las apuestas altas obligan al rival a imaginar nuestra mano -leernos- y a “comprometerse” él. Sabe que, luego de una gran subida, vendrá otra o, quizás, un all in. Si es un buen jugador, será prudente.

Por eso, si vamos a bluffear, hay que hacerlo fuerte y atenerse a las consecuencias del juego agresivo.

Otra excepción se da en los torneos, en las situaciones en las que estamos comprometidos no con el pozo, sino por el tamaño de nuestro stack.

Probablemente, tengamos que ver apuestas cuya relación matemática esté en contra, pero, si no lo hacemos, si no nos “jugamos”, igual estaríamos fuera de la competencia.

Estas recomendaciones no impedirán que, alguna vez, entremos en esta situación. Hay manos que llevan a enfrentamientos por grandes recompensas, por ejemplo, las que son fruto de proyectos concretados, pero en las que, inesperadamente, nuestro rival logra un “monstruo” inimaginable.

Juguemos a favor de la “ley de las probabilidades”, adecuando el monto de las apuestas a las razonables expectativas, y tengamos un “Valium” siempre a mano, por si acaso.

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