Por José Litvak

Apostar, o aceptar apuestas en más de una calle, para luego foldear equivale, lisa y llanamente, a dilapidar fichas. El abandono de los pozos es una de las jugadas más perniciosas, una de las típicas con la que, obviamente, no hay ninguna posibilidad de ganar. No obstante, peor aún es llegar al showdown con pocas o nulas chances, pagando y pagando, sólo por estar comprometidos por lo ya apostado.

El abandono del pozo puede darse por diferentes motivos, algunos son:

• Entrar en juego en más rondas que las aconsejables.
• Una inadecuada táctica de bet sizing.
• Que el board exhiba cartas inconvenientes, pese a haber tenido un EV+ en las calles anteriores.

Las dos primeras razones son producto de malas decisiones, la tercera está dentro de las variables que el juego y las matemáticas muestran a menudo. Si esta conducta es nociva en general, es peor aún cuando se trata de pozos grandes. Por ende, una táctica eficaz es inducir a que sea el rival quien foldee.

Veámoslo con números

Con A-A tenemos el 85% de probabilidades de ganar preflop en un heads up. Por ende, si llegamos hasta el showdown, ganaremos 85 veces y perderemos 15.

Nuestra expectativa de ganancia neta es del 70% (85/100 – 15/100). Si el total de las apuestas del rival fuera de $100.-, a lo largo de sucesivas situaciones iguales ganaremos $70. En cambio, si con los mismos naipes logramos que invierta lo mismo pero que abandone la ronda, la expectativa de beneficio es de $100.

En el primer caso sólo jugamos con la ley de probabilidades. En el segundo, con un planteo estratégico un poco más complejo que facilita obtener un mejor resultado con igual inversión, aunque, probablemente, con un poco más de riesgo.

José Litvak

-Pero Profe, disculpe que lo incomode. En alguna ocasión usted me dijo que una de las principales cualidades de un buen jugador es saber foldear y que tenía que hacerlo muchas más veces que las que yo me imaginaba. Ahora me dice que no debo retirarme y abandonar los pozos… ¿En qué quedamos? ¿Yo entendí mal o usted ya está “medio chapita”?

-Mi estimado, las dos cosas son ciertas. Le respondo la primera porque la segunda no tiene remedio. Efectivamente, yo le dije que una de pocas recomendaciones de carácter genérico para jugar mejor al Texas Hold’em Poker es saber foldear…

El poker es una confrontación a largo plazo, con muchísimas batallas (rondas de juego) y no se puede pensar en participar ni, mucho menos, en ganarlas todas. Por el contrario, como perderemos en más oportunidades que las que ganaremos, necesitamos tener vida y racionalizar los víveres, las armas y el ánimo para triunfar al final.

Este «jueguito» impone aprender a huir, a tirar nuestros naipes, a no entrar en juego cuando no es conveniente: es una de las claves del éxito. El que huye no pierde la batalla, espera la que le sea propicia.

Paradójicamente, éste no es el error más habitual en los principiantes, aunque sus acciones no estén basadas en el conocimiento de las razones que lo aconsejan, sino en un sesgo conservador de su juego, vinculado a su instinto de preservación. Y tampoco es el de los buenos jugadores.

Se dice, habitualmente, que un buen jugador «tiene fold». Esto significa que no se enamora de sus cartas, que lee correctamente la situación, que evita comprometerse involuntariamente con el pozo o que, si en alguna ocasión ello ocurre, puede sustraerse al impulso irreflexivo de seguir pagando.

Por ende, mi estimado amigo, no hay incompatibilidad entre la recomendación de foldear más a menudo de lo que en general se cree conveniente y la de no abandonar las rondas (foldeando, precisamente). La cuestión pasa por no cometer el error de construir pozos y luego no disputarlos.

Por ende, no apostemos ni aceptemos apuestas cuando no estemos seguros de “aguantar lo que viene después” (Hold’em = Aguantarlos) y no pongamos todas las fichas en el centro de la mesa, salvo que tengamos las nuts o muy altas probabilidades de llevarlas.

Si no estamos seguros de nuestra fuerza, huyamos antes de que comience la batalla y no luego de que nos hayan herido (o, peor aún, matado).