Inicio > El valor de la confianza y el peligro del exceso

La confianza surge de una autoestima sana. De la autodisciplina, del autoconocimiento y, aunque suene «zen», es verdad que cuanto más nos auto-conocemos, mejor nos vamos a poder desenvolver mejor en cualquier ámbito. En el poker, como en la vida, se transitan emociones y sentimientos muy similares.

Para alcanzar el estado de confianza plena antes de una competencia muchos se someten a rituales que actúan como placebo (uno cree que algo funciona y esa misma creencia hace que funcione. En otra oportunidad ahondaremos sobre este punto).

Esta confianza debe estar desarrollada de manera que no sólo se la posea, sino que pueda mantenerse o recuperarse incluso ante una situación adversa.

No hay nada más seguro para incrementar la confianza que los triunfos, ni nada más efectivo para destruirla que las derrotas.

Deben trazarse metas pequeñas para obtener triunfos a diario. Hay que evitar el diálogo con uno mismo con frases del estilo de «si no gano no sirvo para nada» o «ya una vez me fue mal, así que seguro volverá a pasar».

En el poker, a diferencia de otros deportes, la mayoría de los jugadores no tienen entrenadores o directores técnicos estables y, menos aún, que los acompañen durante las competencias. Esto los priva de una ayuda invalorable, ya que se trata de la persona que sabe y en quien más se cree y confía.

Algunos recurren al coaching, aunque, en general, como ayuda esporádica para analizar estrategias, planificar torneos o discutir alternativas tácticas. Creemos que, a niveles de alta competencia, se trata de una política de preparación que muchos deberían revisar.

Cuando las cosas no salen…

Hay dos factores que tienen una relación directa con los resultados: confianza y agresividad.

Un jugador con convicciones aumenta su agresividad (entendida ésta como estilo de juego), una cualidad fundamental en el poker actual. Claro que hay un límite: la necedad. No podemos negar la posibilidad de revisar aquellos aspectos de nuestro juego que lo requieran. Se necesita confianza, sí, pero no «confianza ciega».

A partir del autoconocimiento, cada jugador debería decidir su estilo de juego, porque esto definirá que tan cerca o lejos estará de ganar. Si uno no entiende por qué juega del modo en el que juega, puede perder más dinero del que puede afrontar intentando ganarlo.

Pero hay que tener en cuenta que, como en todas las cosas, los excesos son perjudiciales (incluso en las virtuosas).
Una reacción típica de los estudiosos o experimentados es el exceso de confianza. Por esa supuesta categoría, nos creemos superiores al resto y, por ende, ganar se vuelve algo que tenemos por derecho.

Se tiende a creer que por el sólo hecho de la mayor dedicación vamos a ganar todas las manos que juguemos contra novatos o contra rivales menos experimentados, pero, como desarrollaremos más adelante, el talento no consiste sólo en saber ni se adquiere por practicar mucho, ni se mide por los resultados de un corto período. Todo eso es necesario pero no suficiente.

Racconblack dice:

«El exceso de confianza se transforma en nuestro enemigo, empezamos a pensar que el poker no es una materia de estudio, o que para ganar en PokerStars hay que jugar como un burro. Llegan las pérdidas absolutas y caemos en un círculo inquebrantable en el cual la gráfica de performance va para abajo y, aun así (abandonando la dedicación a instruirnos sin razón), seguimos creyendo que somos el mejor jugador del nivel o que hemos desarrollado una estrategia perfecta».

Y ahí empieza un gran conflicto entre «lo que merezco» y «lo que tengo». Nos limitamos a criticar e insultar al fish, en lugar de estudiarlo y adoptar estrategias para vencerlo. Lo curioso es que muy pocos jugadores entienden que a los inexpertos se les debe jugar diferente (sobre todo cuando están enfichados) o que no se los puede calificar con nuestra mirada del juego.

En realidad ocurre que estamos tan obnubilados que confundimos un tiburón con un bagre. Cuántos «genios autoproclamados» no comprenden las jugadas de los grandes profesionales y, para colmo, las descalifican sin tener en cuenta todas las razones que podrían justificarla. Por ende, la cuestión es evitar que el ego se nos suba a la cabeza y nos «la creamos».

La humildad sincera es el mejor aliado, especialmente en este juego en el que interviene tanto la varianza. De otro modo, las pérdidas pueden no sólo ser monetarias. Caerse del pedestal tiene un impacto muy fuerte en la psiquis y, cuanto más alto lo construyamos, peor serán los efectos de la caída.

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