Inicio > El principio de Reacción y Defensa en el poker

Por José Litvak

No hace falta decir -es casi una obviedad- que perder un pozo es siempre desalentador, especialmente si es importante.

Sin embargo, hay que entender que, por mejor performance y entrenamiento que tengamos, no se puede pretender ser un eterno ganador.

Esto es parte de las “realidades del poker” y que se producen, a diferencia de otras disciplinas -más exactas o basadas casi exclusivamente en la destreza o conocimiento personal- por el efecto de la aleatoriedad. Y ésta juega un rol más implacable en el corto plazo que, necesariamente, nos puede afectar en algún momento.

Ni el mejor de los jugadores gana siempre. Como dijo el legendario Amarillo Slim, “nadie es siempre un ganador, y quien diga que lo es, o bien es un mentiroso, o no juega al poker”.

A veces, no importa lo bien que juguemos, no todo estará en nuestras manos. Comprender esta premisa es el primer paso para que no nos afecte tanto.

Sin embargo, muchas veces es difícil procesar una pérdida porque la psiquis humana es frágil y, frecuentemente, incapaz de lidiar con eventos que no puede predecir.

Mientras que la mayoría de los jugadores reconoce que está apostando y sabe que perder es parte del juego, esto no hace que les resulte más fácil aceptarlo cuando les suceda.

Y está comprobado que a la hora de predecir una pérdida, la persona magnifica el dolor.

Seguramente, siendo el chip leader del Día 1 de un importante torneo y ante la mera hipótesis de ganarlo, aparecerá la excitación, pensará en lo maravilloso que sería y hasta le quite el sueño por alguna noche. Eso es predecir emocionalmente un evento.

Ahora bien, cuando ese «algo» ocurre, y le preguntáramos si su sensación fue tal como había imaginado, seguramente dirá que no. Podrá haber sido mejor o peor, pero seguramente diferente.

Los seres humanos fallamos a la hora de vaticinar el grado de felicidad o angustia que podemos sentir ante determinado evento.

Probablemente, creeremos que si ganamos el pozo tan ansiado, seremos felices y, aunque de verdad nos sintamos así, una vez logrado, nos daremos cuenta de que la adrenalina segregada cuando teníamos el deseo era superior a la que sentimos una vez que se concretó.

Es igual que lo que ocurre con las conquistas amorosas. Si no está tan de acuerdo, recuerde como se sentía cuando quería desaforadamente tenerla en su lecho y lo que sintió después.

Esto sucedería así porque el nivel de euforia iría bajando hasta llegar a lo que se denomina: un umbral de gratitud.

Por algo, alguien dijo, muy inteligentemente, “que no hay nada más maravilloso en esta vida que la búsqueda de la felicidad, ni nada peor que encontrarla”.

Con las pérdidas la reacción es inversamente proporcional.

Volviendo al ejemplo de su cita amorosa, usted tiene el número de teléfono de la mujer de sus sueños y no sabe si ella le dirá que sí o que no pero imagina lo devastado que se sentiría si lo rechazan. Aun así, arriesga, la llama, esperando que todo sea puro amor y ternura. Y, como era de esperar (especialmente tratándose de usted), ella no le da ni la hora.

La experiencia muestra que no se sentirá tan mal como suponía y, probablemente se dirá para sí: “Pero, andá a bañarte, reverenda ‘señorita’, quién te crees que sos, ‘pedazo de doncella’”, y se irá a jugar al poker, y perderá unos cuantos pesos. Lo que se dice, un día de felicidad completa.

Recordar una premisa de este juego nos ayudará a relativizar el efecto las pérdidas. Nuevamente, “perder es la norma, más que la excepción.”

¿Cuánto puede afectarnos perder un gran pozo? Depende del valor y de la manera.

Otro punto que influye son los resultados que veníamos teniendo en esa o en las últimas sesiones.

Si creíamos que estábamos para ganar, nos decepcionaremos y no entenderemos por qué sucedió. Si estábamos “de buena racha” o en una mesa con jugadores de inferiores, también será un golpe.

Y la situación contraria puede ser igual de desalentadora o más: si venimos perdiendo durante todo el juego y volvemos a perder un gran pozo, habrá que llamar a la compañía de seguros y denunciar la destrucción anímica total.

Segunda enseñanza: no se preocupe tanto, en el poker todo siempre puede ser peor.

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