Inicio > El colombiano que sobrevive jugando al poker desde la cárcel

Ganar un torneo multitudinario en poker ya es de por sí una tarea con tintes épicos. Mantener la concentración por horas y superar las infinitas adversidades de la varianza para llevarse todas las fichas de miles de oponentes es algo así como cruzar en punta el listón de meta de una ardua maratón mental. Una tarea que no todos los mortales llegan a contar. Pero hacerlo desde una celda, en medio del silencio posterior al toque de queda de la guardia, cuando 16 internos en un centro de reclusión penal comparten un dormitorio de 10 metros por 5 alrededor tuyo, es algo digno de una historia hollywoodense.

Alejandro Campuzano Flag of Colombia seguramente no tiene muchas razones para detenerse a pensar en todo eso. La vida de este paisa, de 30 años, profesional en diseño gráfico y programación web, dio un giro de 180 grados hace poco menos de un año: «Un día cualquiera, en Medellín Flag of Colombia, un amigo y yo decidimos irnos de fiesta a la playa de Montañita, en Ecuador Flag of Ecuador. Allí habíamos oído de una muy buena discoteca, con el mejor sonido, justo al lado de la playa. Nos pusimos en marcha y todo fue normal hasta llegar a la frontera…».

El Centro de Rehabilitación de Tulcán, donde está detenido

Alejandro lleva diez meses recluido en el Centro de Rehabilitación de Tulcán Flag of Ecuador, un nombre benévolo si se considera que se trata de un sitio de detención para quienes han sido privados de la libertad. Sobre el motivo de su sentencia, Alejo saca sus credenciales paisas: «En últimas, yo estoy acá por una dosis personal. Íbamos de fiesta a una playa, con casi dos días de viaje por tierra y pensando en quedarnos varios días de rumba, sin parar, en la medida de lo posible. Había que llevar vitaminas. Digamos que fue un caso de doping: eran vitaminas no permitidas», relata entre risas. «Siempre eran bastanticas, pero bueno, ¿uno es libre de querer compartir, no?», remata como riéndose de su propio destino.

Cuando las luces se apagan en las celdas, luego de que los guardias cierren el día sin novedades y envíen a los reclusos a sus dormitorios, Campuzano se acomoda en su litera, busca el celular que ha dejado previamente en un sitio a salvo de las requisas de los gendarmes y adopta su identidad de héroe: depredadorX. Los paños virtuales de la sala de la pica roja son el túnel mental por el que Alejandro escapa cada noche de esas cuatro esquinas de su condena, en las que siempre habrá lo mismo, como cantó en su tonada El Preso, la Orquesta de Fruco y sus Tesos con la que alguna vez tiene que haber bailado el grinder.

«Aquí en Tulcán Flag of Ecuador pagamos condena muchos colombianos. Es natural por ser una ciudad en plena frontera. Pero de Medellín sí somos pocos los que llegamos hasta acá. Y vea… Bien curioso que aquí llegó a pagar condena ni más ni menos que Pablo Escobar Flag of Colombia por hurto de carros», cuenta Alejandro con un dejo de ironía. Es consciente de que la prolongación de su tour por Ecuador no es precisamente un premio a la buena conducta. Pero tampoco fataliza al respecto: «Es una prueba de la vida y día a día lo tomo como un aprendizaje. A mí me condenaron a 6 años. Mi amigo pagó 8 meses. Por fortuna ya terminó para él esta pesadilla».

En las últimas semanas, el running de Alejandro viene en alza. El 4 de junio, en pleno día sagrado de los grinders, el antioqueño se quedó con todas las fichas del Big $2,20, lo que se tradujo en un pago de 463 dólares por su victoria sobre más de 1.600 rivales. Ese mismo día, Campuzano estuvo en otro heads up, en el torneo $5.50 NLHE [6-Max, Hyper-Turbo, Progressive KO]. Aunque tuvo que conformarse con el subtítulo, el paisa sumó otros 368 americanos a su saldo. En cuestión de 24 horas, depredadorX volvió a la instancia final de competencia en el $16,50 NLHE [Turbo], en el que finalizó de nuevo como runner-up, para llevarse 377 de los verdes como botín.

Un perfil que poco a poco se sigue agrandando

«En este lugar hay muchas horas libres y poco que hacer. Eso me llevó a tomar la decisión de aprovechar al máximo el tiempo para corregir los errores que cometía con frecuencia en el poker», explica el entrevistado. «Gracias a Internet, a través de un celular que me las arreglo para tener, he podido mantenerme en contacto con mis amigos de mesas de Medellín, que también han sido como senseis. Ellos me ayudan al máximo con consejos y asesoría para mejorar. Daniel Hurtado Flag of Colombia, Daniel Peláez Flag of Colombia y Leandro Molina Flag of Colombia han sido mis principales coachs a la distancia. Su cercanía ha tenido mucho que ver con los resultados que estoy consiguiendo ahora. Es un proceso en el que la base ha sido tener mucha más disciplina», explica el héroe.

«En la frontera, las autoridades nos pararon para una requisa. No nos negamos, confiando en que no iban a encontrar las vitaminas. La cantidad no era tan grande y, a nuestro parecer, las habíamos guardado en un lugar seguro. Lastimosamente, los guardias sí hallaron las sustancias; nos detuvieron y nos iniciaron el proceso judicial», resume Alejandro como si no quisiera pronunciar una palabra de más sobre el infortunado cambio de planes que tuvo en su viaje a Montañita. Su relato retoma con prontitud el presente: «En este momento, estoy sobreviviendo gracias al poker. Con decirle que he tenido para ayudarle a mi madre y a mi abuela, enviarles un poco de dinero, además de pagar mis gastos, porque acá adentro sí que es cara la vida», profundiza.

Y ustedes que creían haber grindeado desde los lugares más increíbles…

Jugar en las condiciones en las que se encuentra supone riesgos más altos que el de perder las fichas o algunos dólares: «Si te encuentran un celular acá pueden ampliarte la condena hasta por 8 meses. Una buena ‘caleta’ (escondite), lo es todo. Sólo se puede jugar en las horas en las que la guardia no está activa. Más o menos desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana», explica Alejo al preguntarle por el itinerario en el que grindea. «El celular está prohibido acá. Es ilegal tener aparatos de comunicación de alta tecnología en una prisión. Entonces tengo que jugar cuando los guardias creen que duermo. A esas horas hay poca vigilancia», detalla.

Por obvias razones, en medio de sus sesiones de juego desde prisión, Campuzano ha tenido que tratar de desviar la atención de sus compañeros de celda. «Dormimos como en una especie de closet. Como esos armarios viejos en los que mi mamá guarda las colchas y los tendidos de cama. Cuando se dan cuenta de que estoy jugando, unos compañeros me ignoran, otros no creen que sea por dinero real. Hay un par que se interesan y me ven jugar. De todos modos, prefiero jugar aislado, en mi cama. Por ahí se me escapa un madrazo cuando me badbetean y no falta el compañero que me pregunte si estoy loco o me diga que a quién insulto», vuelve a reírse Alejandro.

De este modo, el nuevo escenario desde el que runnea ha llevado a Alejandro a que también tenga que adaptarse incluso en lo emotivo: «Nunca he sido muy compulsivo ni muy explosivo en el poker, pero ahora más que nunca tengo que manejar la calma. Me favorece estar en un tercer piso. En la noche, cuando juego, el guardia está en el primer nivel. No le dan muchas ganas de subir y, en caso de que lo haga, el sonido de las rejas me permite saber que viene y me da tiempo de esconder el celular», describe. Lo escucho y me pregunto cuántos pozos cruciales habrá llegado a perder por una aparición intempestiva del inspector. Peor aún… Imagino el celular guardado a prisa, con la partida aún activa y el sonido de alerta que indica el final del tiempo para decidir una jugada, reclamando la atención del guardia que desespera al no saber de dónde proviene el pitido…

Montañita, la ciudad de las fiestas prometidas a las que nunca llegaron

«Todo uso de tecnología acá adentro es un riesgo. Ya he perdido cuatro celulares. Afortunadamente, solo han decidido hacer los decomisos, pero no me han levantado partes (informes). Cuando un guía encuentra tu celular, es fácil llegar a un acuerdo con él para que te permita seguirlo teniendo a cambio del pago de una vacuna (comisión, coima). Pero si el celular es de alta gama, suelen pedir más de lo que vale el mismo aparato, porque en ese caso están más interesados en quedarse con él», narra Alejandro, con un tono casi de denuncia. «El último que me quitaron fue un Motorola G2. Me había costado 200 dólares acá adentro. El guía que lo decomisó me pidió 100 dólares a cambio de devolvérmelo. Muchos guardias saben que tienes tu máquina. Pero es como un juego del gato y el ratón. Uno se encarga de esconder y ellos de buscar», continúa su envolvente relato.

Sin embargo, superar todos esos obstáculos es algo que vale la pena de sobra para Campuzano: «En este momento, el poker es lo que me hace olvidar la realidad y me saca de esta ratonera. Me hace dejar de pensar por unas horas en donde me encuentro. El poker, en este momento, es mi felicidad, prácticamente. Con lo que gano, puedo comprar comida para no tener que comer la que nos dan acá en la prisión, que es mínima y maluca (de mal sabor). Compro un pollo y unas libras de cerdo en la semana. En eso me gasto unos 50 dólares. Acá adentro todo cuesta más. Si quiero un poco de inspiración vegetal, la cuota quincenal son unos 40 dólares más. También hay una especie de tienda pequeña en la que podemos hacer compras hasta por 12,50 dólares cada semana. Ahí consigo gaseosa, galletas, leche, queso, productos de aseo y de panadería. Por debajo de cuerda consigo también los cigarrillos y guardo todo lo que puedo para enviarles a mi madre y mi abuela. En un mes necesito conseguir entre 300 y 400 dólares, como mínimo», confiesa Alejandro.

Como jugador, Alejandro se define como un grinder polifacético: «No me encasillo en una sola modalidad. Busco torneos de niveles micro y bajos. Me gustan los turbos, hyper-turbos, los 6-Max, con buy-in entre 2,20 y 5,50 dólares. Con los últimos cobros he estado intentando en niveles más altos, como los torneos de 16,50″. Además de la banca que invierte en inscripciones, Campuzano también tiene que costearse el gasto del Internet: «Compro megas a CNT, una empresa de telefonía celular. Una recarga de 20 dólares me da 1.000 megas y servicios de WhatsApp y Facebook por un mes».

Ante las dificultades que implica su detención a la hora de convertir en efectivo el dinero que gana por sus éxitos en los paños virtuales, Alejandro ha recurrido a una aliada con la que tal vez no contaba antes para lo que tuviera que ver con poker: «Mi madre me ayuda a adquirir y a vender los dólares», anota. «Esta etapa de mi vida se llama Sobreviviendo gracias al poker. Puedo costearme gastos más altos que la mayoría de mis compañeros. No todos tienen para su pollo semanal, o para comer cerdo. Pocos tienen un celular. En pocas palabras, el poker me está ayudando a tener las mínimas comodidades y poder vivir un poco mejor acá», analiza el grinder, con sinceridad.

Sus resultados hablan por él

Respecto al futuro de su caso en la parte jurídica, Alejandro aún conserva esperanzas de suavizar un poco su condena: «Todavía tengo opciones de lograr rebajas de la pena. Mi abogada está trabajando en eso. Incluso, se han escuchado rumores de un indulto. Vamos a ver qué pasa. Con la ayuda de Dios, todo mejorará», expresa con cierto dejo de ilusión. Entre tanto, Campuzano fortalece su ánimo recordando que el poker puede llegar a darle recompensas muy superiores a las que conquistó en días recientes: «Mi primer triunfo importante fue un torneo de 3,30 dólares, con pozo garantizado de 25 mil, en el que fui segundo y cobré casi 3 mil dólares, en noviembre del 2012. En un satélite de 4,40 dólares con recompras logré una entrada para un evento del World Championship of Online Poker (WCOOP), equivalente a 1.050 dólares. No jugué el torneo para fortalecer mi banca. En vivo, recuerdo mucho un deal en el Río Casino Flag of Colombia, justo en el primer torneo formal que jugué. El buy-in era de 50 mil pesos (unos 17 dólares) y cobré $1.340.000 (unos 450 americanos)».

Para cerrar el diálogo, Alejandro reservó algunas palabras para quienes, a la distancia, lo acompañan en esta difícil prueba que le ha presentado la vida: «Quiero agradecerles a todas las personas que han estado apoyándome y pendientes de mí en este duro momento. Confío en que con la ayuda de Dios saldré de ésta», aprovechó para expresar el antioqueño. Con esa misma convicción de que la suerte puede cambiarse en cualquier momento, Campuzano sabrá esperar el silencio de la noche y ponerse el traje de héroe para adoptar su identidad virtual de depredadorX y acudir a una nueva cita para tentar a la gloria en la pantalla de su móvil.

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