Inicio > Margets: «Los torneos solo para mujeres me parecen horribles»

Por Leo Margets Flag of España*

Soy una rareza. Las mujeres que juegan al poker de forma profesional no llegan al 5%. Es cultural. A hombres y mujeres nos gustan cosas distintas. Hay que aceptarlo, no pasa nada.

El día que me proclamaron campeona del mundo fue muy triste. En ese torneo quedaban 26 hombres a batir y no me dejaron continuar. Te dan un título llamado La Última Mujer en Pie, cosa que me parece tan absurda como decir «el último pelirrojo en pie». Es algo muy machista. Si eres competitiva como yo, te da rabia. Yo incluso lloraba. Pero tampoco quiero ser cínica: la verdad es que el título me cambió la vida.

El poker es mi obsesión. Quizás queda mal decirlo, pero es la realidad. Pregúntale a Rafa Nadal si está obsesionado o no con el tenis. Ser profesional del poker no significa sentarte en una mesa durante horas. Esto es un deporte de élite; hay mucho trabajo detrás. Sin él es imposible que sigas ganando. Yo entreno un mínimo de cinco horas diarias.

Todo empezó con una cita. Había quedado con un chico y me dijo que no podía ir a tomar una copa porque tenía una partida de cartas. Decidí seguirlo y él me introdujo en el poker. Ahora tengo otra pareja y soy yo la que le enseño a jugar a él. Normalmente me aburriría enseñarle a un novato… pero con mi novio me la paso bien.

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«¿¿¿En qué estoy pensando???»

Soy muy disciplinada. Si en mi plan para conseguir algo entra algún tipo de sacrificio, seguro que lo hago. Tengo mucha determinación y los chascos me dan energía. Eso es bueno, aunque a veces me ha hecho ser demasiado rígida y ahora me doy cuenta de que quiero disfrutar más de las cosas.

Mi debilidad es que me hago mayor. El poker quema y ya no tengo la misma energía. Antes podía jugar online en 16 mesas a la vez. Ahora, como máximo en nueve. Otra ‘debilidad’: odio jugar con amigos. Siempre digo que sería una cabrona incluso con mi abuela, porque lo que quiero es ganar, pero luego…

La gente tiene miedo a perder. Creo que la aversión al riesgo es una de las mayores lacras que tenemos como sociedad. Nos dicen que lo más seguro es siempre lo mejor y evitamos el riesgo como un mantra. Mira los seguros: se forran a costa de ello. Sabes que no te salen a cuenta, pero lo haces por el ‘y si…’. No nos tiramos a la piscina casi nunca y, al final, por miedo a perder dejamos de hacer muchísimas cosas. Pues, señores, sin acción nunca pasa nada.

He jugado con Matt Damon. Y con Ronaldo. Jugué con él en Bahamas. No era muy bueno, pero era tan impredecible que volvió loca a toda la mesa. Llegó lejos en el torneo.

Nunca he encajado en el típico cliché de mujer. Fíjate, la industria prepara torneos solo para mujeres para que nos sintamos más cómodas y, aunque lo hace con buena intención, me parece horrible. Creo que perjudica a la mujer porque la victimiza y también al juego, porque el poker es agresividad, es infligir presión y aceptar que te la infligirán. ¿Para qué querer jugar más soft? No tiene sentido. Yo no lo entiendo, no va conmigo.

Foto: Esquire

No te hagas la víctima. Todos tenemos unas circunstancias dadas. Pueden ser las dos cartas de salida en el poker, la familia que te toca o la educación, pero luego está la parte más importante, que es cómo juegas tú con ello. Eso es lo que hará que triunfes o no. Así que mi consejo es: céntrate en lo que depende de ti. Luego, acepta la incertidumbre. El azar tiene un rol en la vida.

El jugador de poker ideal debe reunir características contrarias entre sí, como paciencia y agresividad o frialdad y empatía. La verdad, es difícil encontrarlas en una misma persona.

Sé adaptarme a lo que tengo enfrente. Si quieres ir de farol pero las cartas no te acompañan, cambia el chip y haz otra cosa. Saber adaptarse es vital, en el poker y en la vida.

La ilusión lo es todo. Desde febrero formo parte del equipo Pro Team de la sala francesa Winamax. Ha sido un auténtico subidón. Significa el reconocimiento a mi trayectoria. Siento el hambre de triunfo. Voy a reventarlo.

Soy una mujer valiente. Eso está claro. Ya lo era antes y, sin duda, con el tiempo me he dado cuenta de que quiero seguir así. Las actitudes conservadoras representan un enfoque erróneo.

*Este artículo de Leo Margets fue publicado originalmente en la revista Esquire.

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