Inicio > La diosa Fortuna y un masaje para la vista

Cae la noche y también caen las fichas. Quizá no siempre de nuestro lado, y eso nos preocupa, nos tensiona. Llega la hora de las brujas, la medianoche, faltan 16 minutos, eso es lo que marca el reloj. El poker room está lleno, momentos de burbuja, y tenemos que tomar una decisión…

Los músculos son un garrote, el cuello es una columna de hierro sobre la cual podríamos construir el puente de Brooklyn. Otra vez la moneda, el maldito flip, se desploma sobre el lado equivocado, naturalmente no es el nuestro. Estamos más cortos que el pie de un ratón. Algo tenemos que hacer, porque mientras nos queden una ficha y una silla, hay esperanza, decía el gran Doyle Brunson. Pero, vamos, las ciegas aprietan y, salvo que aparezca el genio de los cuentos, esa ficha seguirá siendo una ficha. Algo hay que hacer…

Y… sí, lo hacemos, la llamamos. La diosa Fortuna -es el nombre que elegimos para ella- es la única que nos puede ayudar. Viene. Nos acaricia con su dulzura, nos ilumina con su mirada. Nos da paz, nos relaja, nos permite seguir. Provoca con su figura y movimientos que nos ilusionemos con que esa ficha se reproduzca bíblicamente como si fueran peces. Es un ángel. No nos queremos ir. ¡Quién querría hacerlo!

La silla se da vuelta nuevamente, ya el turno terminó, y Fortuna se va. La saludamos, nuestros rivales ya no lo son tanto porque nos agradecen ese masaje a la vista; esperamos que quien lea esta página coincida.

Por nada…

(Nota de la Redacción: Esta imagen nos quedó de la cobertura del Caribbean Poker Party; alguna excusa debíamos en encontrar para publicarla).

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